Entrar en Papúa Colón es dejar Madrid atrás sin necesidad de coger un avión. El restaurante propone un viaje gastronómico en el que las raíces españolas se encuentran con sabores tropicales.
En una ciudad como Madrid, donde la oferta gastronómica parece no tener fin, encontrar un restaurante que logre sorprender de verdad es cada vez más difícil. Pero bajo la emblemática plaza de Colón existe un oasis inesperado que lo consigue desde el primer minuto: Papúa Colón.
Más que un restaurante, este espacio es un viaje sensorial. Su local, con estética de selva contemporánea, vegetación exuberante y más de 600 metros cuadrados de superficie, invita a desconectar del ritmo urbano y entregarse a la experiencia. Pero lo verdaderamente inolvidable empieza en la mesa.

Tataki de angus de Papúa Colón | Fuente: Imagen cedida por Borsania
La propuesta culinaria del chef Wilmar Soto es una celebración de las raíces españolas con una vuelta de tuerca internacional. Producto de calidad, técnica cuidada y una presentación que despierta la curiosidad son las señas de identidad de una carta pensada para aventureros del sabor. Uno de los platos que se graba en la memoria —y en el paladar— es su versión del tataki de angus.
Sin embargo, hay una joya que merece mención aparte: las croquetas de cecina semi-líquidas con queso San Simón, coronadas con un velo de papada ibérica de bellota. Son una auténtica declaración de intenciones: cremosas, intensas y con un final ahumado que las convierte, sin exagerar, en una de las mejores croquetas que se pueden probar en la capital.
Un viaje de sabores en Papúa Colón
El viaje continúa con propuestas como el arroz socarrat de gamba roja con alioli de ajo negro, el tomahawk de angus o el gofre de foie con maracuyá y PX. Todo servido en una vajilla artesanal única, elaborada en exclusiva por un alfarero de Fregenal de la Sierra.

Patatas baby asadas con mantequilla de miso de Papúa Colón | Fuente: Imagen cedida por Borsania
La experiencia no termina en la cocina. La coctelería, dirigida por Daniel Regajo, es un espectáculo aparte. Con creaciones como el Perro Verde —pisco, mezcal, jalapeño y miel de agave— o el sorprendente Pasión Pop con ron blanco, fruta de la pasión y palomitas, los cócteles de Papúa elevan la visita al rango de escapada multisensorial.
Entre los postres, destaca una interpretación muy personal de un clásico que nunca falla: la tarta de queso con helado de vainilla y violeta. Cremosa, con una textura sedosa que se funde en la boca, encuentra el equilibrio perfecto entre lo dulce y lo floral gracias al delicado toque de violeta. El helado de vainilla, suave y aromático, potencia aún más el sabor de la tarta sin robarle protagonismo. Un final elegante y sorprendente que redondea la experiencia con una nota dulce y original.

Tarta de queso de Papúa Colón | Fuente: Imagen cedida por Borsania
En definitiva, Papúa Colón no es solo un restaurante, es una experiencia. Ideal para una cena especial, una cita con amigos o para regalarse una noche distinta sin salir de Madrid. Es ese tipo de lugar al que uno va por curiosidad… y vuelve por puro placer.
Imagen destacada: Borsania